La culpa es de Cristina
Por Carlos Barragán
Perdimos. La culpa es de Cristina. Es por ella que la gente, sí la gente, votó mayoritariamente a Macri. Y esa es la gente normal, así la definió el licenciado en filosofía Alejandro Rozitchner en su columna del diario La Nación.
Aunque no se aclara en esa columna que Ale es asesor y macrista de la primera hora. Es culpa de Cristina que la gente normal no quiera a uno de los suyos gobernando la ciudad capital. Porque Cristina es demasiado “política”, demasiado sagaz, demasiado peleadora, demasiado zurdita, demasiado para la gente que quiere vivir tranquila, olvidarse del pasado de genocidio y del presente plagado de complejidades.
Es culpa de Cristina que siempre le busca el pelo al huevo y revuelve los avisperos de la patria que vivía tranquila en su tibio olvido y perdón. La patria hecha de derrotas y sumisión, la patria que da vergüenza y que susurra el Himno, salvo en los partidos del seleccionado.
Perdimos por ella, porque Cristina molesta con sus discursos donde interpela a la historia, nada menos que la historia nuestra, esa historia que la gente normal no quiere ni enterarse mientras lee las novedades del Checho Batista, o la corrupción infinita de Schoklender que hace casas para los pobres.
Perdimos por culpa de Cristina que hincha las pelotas y exige ponerse a pensar y a laburar por un país diferente. Porque le exige a la gente, a todos, que pongamos algo de nosotros en vez de ser ella la que arregle todos nuestros problemas, o ninguno como hace Macri. Pero Macri no exige, sólo nos habla de felicidad, y ni siquiera: nos dice que la pasemos bien, que para eso está la vida.
No como dice Cristina que la vida está para luchar por las cosas en las que uno cree. Y está bien, no todos tienen por qué tener ganas de hacer algo por el país. La vida puede ser más sencilla que eso.
La culpa la tiene Cristina que cada vez que puede habla de hacer cambios, y peor que eso: muchas veces los hace. Y la verdad es que cambiar es un esfuerzo que nadie tiene la obligación de hacer. En cambio Macri le habla a esa gente normal que quiere trabajar, cobrar bien y que no le aumenten los precios. Macri les habla al corazón cuando dice que la culpa no es de él sino de Cristina, porque Cristina es la que hace y la que dice.
Macri es tan normal como la gente normal, él también quiere ganar bien y pasarla bien sin andar revisando la historia, ni las relaciones de poder, ni la justicia, ni nada que implique hacer un esfuerzo para ser otra cosa que lo que se es.
Pero lo interesante es que la gente normal –Rozitchner no es tonto- es una realidad concreta, no es un chiste, ni una construcción amañada. La gente normal está entre nosotros, convive con nosotros y no nos entiende. Porque siente que está en su derecho de leer un solo diario sin que nadie le complique la vida con disquisiciones discursivas, y mucho menos de índole ideológica.
La duda, la jactancia de los intelectuales, como bien dijo Aldo Rico, es un plus de problemas a sumarle a los problemas del vivir cotidiano: las cosas simples de la vida. El “pasémoslo bien” de Macri, el “juntos vamos bien” y todas esas consignas que tranquilizan antes que poner en tensión las almas con luchas y controversias y objetivos lejanos son bien reales para la gente normal. Por eso la culpa es de Cristina, que es anormal. Ella y quienes la acompañan en la gestión y quienes la acompañamos en el pensamiento y las ganas.
Asumamos que en esta discusión Rozitchner tiene razón, los anormales somos nosotros que preferimos las incomodidades del oficialismo confrontativo, seamos burgueses, pobres, medio pobres o ricos con ganas de tener un país diferente. La gente normal no está dispuesta a poner en cuestión un par de tradiciones: que los políticos están para hacer las cosas bien o mal, pero son los políticos los encargados de esa tarea. Y que las cosas para hacer, deben ser las de siempre.
Por eso la culpa es de Cristina que nos mete otras cosas en la cabeza.