5 mar 2011
EL MERCADER DE LA DERECHA
Dejen ir al mercado a Vargas Llosa
Por Pablo Marchetti
¿ A alguien debería sorprenderle que una cámara empresarial y/o de comercio llame para abrir un encuentro a un personaje célebre alineado sin condicionamientos con el liberalismo más fundamentalista ? No. Es más, se supone que debería ser algo natural y lógico.
Bueno, pues es eso lo que ha sucedido con la hiper promocionada presencia de Mario Vargas Llosa en la apertura de la Feria del Libro.
Dejemos por un rato de lado la condición de grandísimo escritor de Vargas Llosa; olvidemos por un momento que se trata de un tipo que comenzó en la izquierda (con grandes simpatías hacia la revolución cubana) y terminó siendo un liberal ultraortodoxo; separemos por un momento esos detalles y centrémonos en lo que realmente importa: la Fundación el Libro, que organiza la Feria, es una agrupación empresarial-comercial. Que vende libros, sí, como otros venden zapatos, soja, autos o productos sanitarios. La diferencia está en que existe alrededor de los libros una superstición absurda: creemos que los libros son algo sagrado pues son portadores de una vida espiritual e intelectual cercanos a lo místico y religioso.
Desmistifiquemos y desmitifiquemos, pues: en la feria se venden libros de Ari Paluch, de Jacobo Wynograd, de Guillermo Coppola y otros grandes créditos de las grandes editoriales, que apuestan a autores nóveles que, quien sabe, también algún día ganen un Nobel. Asociar “libro” con “literatura” es algo tan absurdo como vincular “televisión” con “arte”. Por supuesto, hay algunos libros que contienen literatura; muchos de ellos, inclusive, altísima literatura. Pero son una minoría abrumadora en las librerías en general y, por lo tanto, en esa especie de Mercado Central de los libros que es la Feria.
Y como buen mercado, de lo único que se trata aquí es de vender libros. ¿Y qué mejor, para vender libros, que invitar al último Premio Nobel de Literatura? Un Nobel que, encima, es hispanoparlante, latinoamericano y best seller aún antes de ganar el máximo galardón literario. Encima, como si esto fuera poco, el consenso sobre la calidad de escritor de Vargas Llosa es absoluto: ni los integrantes de Carta Abierta que putearon por el acto de apertura de la Feria, pusieron en duda la magnitud literaria del novelista, dramaturgo y ensayista peruano. Lógico: sólo hay que leer “Conversación en la Catedral” o “La tía Julia y el Escribidor” para poner las cosas en su lugar.
Vargas Llosa no sólo es una grandísimo escritor: es, también, una personalidad fascinante, una prueba cabal de lo misteriosa del alma humana. Porque el problema no es que Vargas Llosa sea de derecha. El problema es que Vargas Llosa es representante de una derecha obvia, pedorra. Por un lado, es interesante el asunto: Vargas Llosa es un republicano todo terreno, un demócrata probo que jamás apoyó a una dictadura militar (en ese sentido no tiene nada que ver con Borges o Bioy), un liberal total (no confundir con un conservador), capaz de apoyar al mismo tiempo las privatizaciones de todo y las libertades individuales de todos.
Vargas Llosa está a favor de la legalización del aborto y la eutanasia, de la despenalización del consumo de drogas, de los derechos de los homosexuales. Y tiene razón cuando recuerda que él también fue prohibido por la dictadura argentina, a la que siempre combatió. Vargas Llosa no es un fascista. Por estos días, en Francia se debate sobre la figura de Louis Ferdinand Céline, un escritor genial, pero que fue colaboracionista nazi y escribió panfletos antisemitas. Pues bien, Vargas Llosa está a años luz de ser esa bestia negra que fue Céline.
El problema es que las argumentaciones políticas de Vargas Llosa son de una simpleza que rozan lo berreta. Vargas Llosa no es un gran ensayista político, como sí lo fue Octavio Paz, ese otro brillante intelectual liberal. Cada vez que opina sobre política, Vargas Llosa parece Marcos Aguinis. Claro que hay algo que lo redime: porque si bien Vargas Llosa es un tipo que piensa como Aguinis, también hay que reconocer que escribe como Vargas Llosa.
A alguien que escribe como Vargas Llosa y que, encima, acaba de obtener el Premio Nobel, le sobran méritos para abrir una Feria del Libro. Inclusive suponiendo que dicha feria fuera un canto al alma humana, y no ese supermercado que realmente es. Por eso, con todo el respeto y el cariño que siento por Horacio González y tantos otros firmantes del comunicado de Carta Abierta, tanto cacareo me parece una soberana pelotudez. Porque encima supone darle prensa, muchísima prensa. Pero además es no saber perder.
Si en lugar de Vargas Llosa, los convocados hubieran sido Gabriel García Márquez o Juan Gelman, nadie hubiera objetado nada. Y se trata de dos personas con una obra también incuestionable, con un compromiso político tan profundo como el de Vargas Llosa, pero de un signo político opuesto. O sea, más cercano a lo que nos gusta. Porque, en definitiva, hay que agradecer que Vargas Llosa tenga ese compromiso político. ¿Acaso no es mejor eso que la neutralidad?
Sí, señoras y señores: hay grandes escritores de izquierda y hay grandes escritores de derecha. Y Vargas Llosa pertenece a estos últimos. Obviamente, nos irrita que un tipo tan brillante juegue para el enemigo. Pero hay que reconocer que el enemigo también juega. Por eso, reconozcamos que esta vez se salieron con la suya. Que los gorilas que tanto detestamos, esta vez tienen al tipo exacto, en el momento exacto. Pues bien, escuchemos. Ya habrá tiempo para putearlo, después, cuando el tipo diga lo que sabemos que nos va a caer tan, pero tan mal.
FUENTE: DIARIO REGISTRADO