9 jul 2011

LA SELECCIÓN NACIONAL Y LAS BOTINERAS

El problema son las botineras

Por Orlando Barone


El Apache anda todo el día con el Ipad; otros todo el día con el Mp3, Agüero debe estar todo el día en el coiffeur, Messi todo el día con el BlackBerry conectado a Barcelona y a Guardiola. Pero no es ese el problema por el cual entran y se van de la cancha desvaídos.

El problema son las botineras. Sean estas cama adentro o cama afuera.


Los jugadores de fútbol ya no tienen nada que ver con aquellas buenas chicas que paseaban por el pueblo a la tarde ni con las que conocían en el baile de carnaval o en la fiesta del colegio. Ahora cazan culos en la televisión, en las playas vip, en los grandes cócteles. Se tientan. Y se enredan en una peripecia sentimental que contamina sus extremidades inferiores que son las que los sostienen en la cima o los devuelven a la base; y para no decir a la Primera B, para no despertar suspicacias recientes. Por eso los escándalos, adulterios y desconcentraciones. Los futbolistas deberían ser tan hábiles como lo son con la pelota y elegir una de esas novias sencillas y románticas, a salvo de los chismes y de andar derrochando euros y dólares con la extensión de la tarjeta del marido millonario.

No quisiera meterme en las alcobas pero la selección nos involucra a todos y no solo a los futbolistas. ¿Ustedes creen que un Beckham con una Victoria, un Piqué con una Shakira o un Forlán con Zaira Nara pueden estar relajados? ¿O acaso alguien vió salir en las revistas o en la tele a la mujer de Labruna, o a la del Tanque Rojas, o a la del Lobo Fisher? No digo a la de Bochini porque creo que es soltero. Acuérdense cuando Palermo jugaba mal, por qué era. Piensen en el Ogro Fabbiani. Con chicas de barrio no les pasaba. Pero se engrampan con “esas diablas” y se arriesgan al alboroto. Cómo van a estar tranquillos en las concentraciones: se desconcentran. Intranquiliza dejar una botinera aburrida en la casa. Surge la sospecha de que cuando están aburridas les tocan el timbre el personal trainer, el decorador o el paisajista. O el muchacho que limpia la piscina.

Las botineras hoy ocupan un espacio crucial en la vida de un futbolista. Sea famosa o de cabotaje. Porque últimamente todas quieren ser botineras. Tengan o no culos apropiados. Si no los tienen se los hacen: se matan para tenerlo. Porque saben que una botinera caza botines y estos vienen con los pies, la fama y la cuenta bancaria adentro.

Muchachos coman bombones pero no se queden con la caja para toda la vida. Acuérdense que una cosa es el amor conyugal y otro el amor fashion. Cuando se llega a casa después de jugar, de que te pegaron fuerte en los tobillos, que el director técnico te sacó de la cancha para poner a otro y que la jauría te empezó a silbar antes de meterte en el túnel, qué mejor que ver esperarte en el umbral a la chica del barrio con el delantal de estar haciendo la comida, y no con Mata Hari pintándose las uñas o diciéndote que la cocinera hoy tenía franco y que pidió un delivery de sushi.

No cualquiera sabe de qué se trata una diabla que vive, siente y piensa para su cuerpo. Y entonces sumado al del jugador ya son dos cuerpoadictos. La combinación es tal letal como combinar dos fósforos en un chispero y tener la esperanza de que no se enciendan y consuman enseguida delante del espejo.

Con la chica sencilla no. Con ella puede esperarse que te espere admirada –y no para que la admires-cuando llegás mutilado y exhausto de la final, del vestuario y del avión, y solo querés que te haga mimos de hijo y no de incesto. Sé que esto es tan machista que no resistiría un debate con las chicas de 6,7,8 ni menos con Cármen Argibay. Pero hay que salvar al seleccionado.

Las botineras son para el fútbol un toque de chili y de wasabi que antes no había; en la tele lucen mejor y a su lado el jugador se siente Casanova. Pero en la cancha juegan para el contrario.