28 nov 2011

LA PARTICIPACIÓN JUVENIL EN LA POLÍTICA

Fertilidad argentina

La salida del modelo neoliberal conlleva cambios de índole económica y también en esa matriz cultural que todo lo atravesó. Este proceso supone la recuperación de pautas de acción colectiva que las dictaduras y las democracias digitadas habían destrozado. El resurgir de la militancia entre los jóvenes: el caso argentino.

Por Iván Bermudez | Desde la Redacción de APAS

El regreso a la democracia en 1983 no fue suficiente para que Argentina solucionara los enormes problemas estructurales heredados del proceso dictatorial de 1976. El gobierno de Raúl Alfonsín sucumbió ante los poderes económicos que aún eran muy fuertes y tuvo que adelantar el traspaso del Ejecutivo Nacional a Carlos Menem.

Menem, ex gobernador de La Rioja, asumió la presidencia con promesas de “salariazo y revolución productiva”, lo cuál el mismo defenestró implementando en el país la más cruda dosis de capitalismo neoliberal. El resultado de una década de profundización del modelo neoliberal fue la crisis de diciembre de 2001. El gobierno radical de Fernando de la Rúan(1999-2001) demostró su total incapacidad para hacer frente a las problemáticas nacionales.

Néstor Kirchner, quien emergió en medio de esa crisis y ejerció la presidencia en Argentina desde 2003 hasta 2007 fue el gran responsable de que el país pudiera levantarse tras la debacle del 2001, una de las peores crisis económicas e institucionales de la historia argentina. Al terminar su mandato, Néstor Kirchner había logrado estabilizar al país, encauzarlo en una línea de crecimiento y, sobre todo, había dejado un legado de renovación por el interés político.

Puede entenderse el ejercicio de la primera magistratura de Néstor Kirchner como un verdadero ejemplo de “cómo se debe construir poder”. Consciente de los límites precisos que significaba el magro 22 por ciento de los votos que recibió el 28 de abril de 2003, desarrolló una estrategia en varios frentes que dieron un amplio resultado. No es casual que cuatro años después su esposa obtuviera el doble de votos. ¿Cómo construyó semejante poder el kirchnerismo?

Partiendo de un claro diagnóstico del poder, éste entendido como “cantidad de energía que posee un determinado actor para tomar decisiones y que esas decisiones gocen de legitimidad social y se puedan tomar con amplios márgenes de autonomía”, Kirchner, en mayo de 2003, era consciente de que sólo tenía el 22 por ciento de los votos y que Carlos Menem (su rival en las elecciones presidenciales) tenía más votos que él. Se decía, además que Kirchner iba a ser un “títere” de Eduardo Duhalde (en ese entonces, líder del Partido Justicialista) y muchos lo consideraban como un “sumiso” a los mandatos de su mujer.

La escasez de votos y la debilidad del armado político fueron el punto de partida. Ése era el poder que tenía Kirchner al iniciar su mandato.

Fue esa fuerte conciencia de la debilidad lo que originó una inteligentísima estrategia. Diseñó una forma de gobernar tendiente a sumar energía, a través de la legitimidad en el ejercicio de gobierno. Ese fue el estilo K, una forma ágil de gobernar, dinámica, con una orientación clara, fácil de entender por todos, que no dejaba dudas de los intereses que defendía.

Encaró así la renovación de la Corte Suprema de Justicia, avanzó sobre los pilares de la impunidad expresados en las “Leyes de Perdón”, reorientó las relaciones internacionales, multiplicó las inversiones en infraestructura pública y comenzó una audaz política de desendeudamiento. Kirchner fue realista y pragmático. Con el 22 por ciento de los votos no tenía poder, obtuvo el poder desde la gestión de gobierno.

Terminó, de a poco, con la idea generalizada del “que se vayan todos”. Ya en el primer mes de gestión su imagen positiva en los sondeos de opinión rondaba el 60 por ciento. Al promediar su mandato, logró repolitizar el país y reconstruir la autoridad presidencial. En este sentido, se benefició de una total falta de oposición, que estaba dividida y enfrentada.

A esta estrategia Kirchner agregó la idea de que había acabado la distancia entre lo que se decía en las campañas y lo que se hacía en el gobierno. Fue así en búsqueda de una importante “credibilidad”, ya que en la campaña había prometido poco y en el gobierno terminó haciendo mucho.

El saldo de su gestión terminó con saldo favorable. La imagen del infierno, con la cual simbolizaba el estado de crisis generalizado, le sirvió para justificar las decisiones políticas, atemperar las demandas sociales y evitar cualquier fuga hacia el pasado de los sectores medios.

La demonización de la década de 1990 y el recuerdo aún fresco de la crisis de 2001 le sirvieron también como un sólido puente para lograr la tan deseada legitimación social.

Kirchner tuvo siempre un elemento determinante: la permanente elección de adversarios claramente identificados claramente ante la opinión pública, especialmente en la clase media urbana. Kirchner reconoció el hastío social hacia las políticas y los dirigentes que habían llevado a la Argentina al fracaso. Convirtió en causas nacionales la lucha contra los símbolos más fuertes: la Corte Menemista, el Fondo Monetario Internacional, los genocidas de la última dictadura, los formadores de precios, los fondos buitres, los ’90.

En síntesis, los logros de Néstor Kirchner fueron construir una estrategia para lograr poder, conseguir credibilidad y legitimación, recuperar la embestidura presidencial e impulsar un modelo de recuperación económica y defensa de los derechos humanos. Con todo esto, Kirchner fue diseñando un claro gobierno progresista (en materia de Derechos Humanos) y populista (entendido como un gobierno que se define defensor y representante de todo el pueblo), convirtiéndose en un jefe hegemónico.

En 2007 el proceso fue continuado por su esposa. Cristina Fernández fue la candidata perfecta. Gozó del beneficio de ser sucesora de un gobierno que había generado simpatía en el pueblo, situación que hacía décadas no se vivía en el país. Su campaña se basó en la idea de continuar el proyecto político de su compañero, que suponía crecimiento económico, inclusión social y defensa de los derechos humanos.

Supo inteligentemente evitar la desgastante campaña. No dio reportajes ni debatió con la oposición. Se dedicó a viajar e ir tejiendo una red de contactos internacionales, mientras su esposo aceitaba en el país todos los aparatos electorales (formación de alianzas, apoyo de intendentes y gobernadores, etc.).

El golpe de gracia fue la designación del radical Julio Cesar Cobos, por entonces gobernador de Mendoza, como candidato a la vicepresidencia. Esto no fue un detalle menor. Sumarle a la fórmula presidencial un dirigente de la Unión Cívica Radical le daba al oficialismo una enorme cantidad de votos no justicialistas.

El resultado: Néstor Kirchner transformó el 22 por ciento de sus votos en casi un 47 por ciento de votos de su mujer. De esta manera, el 28 de octubre de 2007, Cristina Fernández se convirtió en la primera mujer en ser elegida como Presidenta de la Nación.

El kirchnerismo y la re-politización de la juventud

Los procesos que se dieron en diferentes países de la región que implicaron la salida del molde del neoliberalismo, supusieron efectos que no se limitan solo a los planos políticos y económicos, sobre todo en el caso argentino. La recuperación de la soberanía nacional ha generado el resurgimiento del interés por la participación política, sobre todo en los sectores juveniles.

Se suele caracterizar al actual escenario nacional a partir de la participación de grupos de jóvenes organizados que han sabido defender sus ideales. En este sentido, un ejemplo paradigmático fue la militancia perseverante y organizada en el debate sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que se dio en todo el territorio nacional.

Este y otros tantos ejemplos no son un fenómeno aislado. Son, como ya se planteó, el fruto de un nuevo paradigma político en el país. Este, que puede denominarse como “plural y participativo”, se define por su contraposición con el paradigma anterior, caracterizado como “individualista y excluyente”.

El viejo paradigma llegó a un punto cúlmine en la crisis del 2001, resultado de diez años de política neoliberal en el país. Este paradigma, que se resumía en “sálvese quién pueda” y “no te metas”, terminó derribado por un masivo “que se vayan todos”.

El Estado, tras el largo proceso dictatorial 1976-1983, los pasos en falso de la democratización de los ochenta y el neoliberalismo de los noventa, fue desapareciendo como articulador y generador de políticas de inclusión y transformación social.

Tal cual lo plantea la editorial del primer número de la Revista Juventudes del Bicentenario, “en los noventa, una vez anulada la práctica política como herramienta de construcción colectiva, la participación de la juventud se expresaba desde la lógica de la resistencia y la impugnación de un modelo que los excluía y reprimía, pero sin hallar un eje organizador capaz de ser catalizador de su superación. La participación, alejada de la política, pasaba por la resistencia y el rechazo”

Según el profesor e investigador de la Universidad Nacional de Cuyo, Luis Alberto Isuani, es posible afirmar que a partir de la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia de la nación en 2003, este paradigma excluyente empiezó a derrumbarse. Kirchner, en palabras de Isuani, significó “el retorno de la política”.

A partir de su gestión de gobierno sumó numerosos adeptos. Encarar con decisión grandes desafíos como la defensa de los derechos humanos, la renovación de la Corte Suprema, la lucha contra los sectores concentrados y el impulso a la integración regional fue un claro mensaje a la juventud: la política era nuevamente una herramienta de transformación.

Así, se fue construyendo el nuevo paradigma. Retomando los planteos de la revista Juventudes del Bicentenario, este nuevo paradigma “surge del nuevo modelo de una sociedad fuertemente organizada que busca fortalecer los lazos solidarios y promover la cultura nacional, por sobre la extranjerización del mercado impuesto en los noventa”.

En dicha revista, el Licenciado Diego Rivas -Secretario Ejecutivo del Consejo Federal de Juventud-, plantea que “en Argentina siempre se ha reconocido el espíritu voluntario, solidario y participativo de la juventudes a lo largo de toda la historia. Los numerosos momentos históricos en que ese espíritu ha tomado cuerpo en instancias organizativas, que dieron importantes luchas por conquistar y defender los intereses de la ciudadanía, son un ejemplo del valor de la participación y la organización como instancias de fortalecimiento del protagonismo juvenil en el sistema democrático”.

Como ya vimos, este espíritu juvenil fue devastado durante las décadas del ochenta y el noventa. Pero, continúa Rivas, “a partir de 2003, el proyecto político encabezado por Néstor Kirchner y profundizado por la presidenta de la Nación, Cristina Fernández, impulsó la recuperación del valor de la política como herramienta de transformación social, recuperándola en su sentido transgresor, desde un profundo sentido de construcción colectiva que permitió la recuperación de la mística, del saber que si se cree se puede, y haciéndonos parte de un sueño que a diario se construye: un país para todos y para todas”.

Mística. Quizás esa palabra utilizada por Rivas sea la clave para entender el fenómeno de la renovación de la participación juvenil. Hasta antes del kirchnerismo, sugiere Alberto Isuani, la política seguía siendo entendida solo como la mera actividad de gestión. Fue eso lo que logró cambiar Néstor Kirchner. Al igual que Rivas, Isuani plantea que el kirchnerismo le devolvió “la mística” a la política; ésta dejó de ser algo ajeno y lejano, y se volvió una pasión, un motor, una herramienta.

En este sentido, la muerte de Néstor Kirchner -el 27 de octubre de 2010- significó un hecho fundamental. Alberto Isuani explica que “a partir de esa fecha, los jóvenes empiezan a ver cómo un hombre muere por la política, cómo a pesar de los consejos sobre su salud él siguió actuando, dando todo por su causa. Además, empiezan a adueñarse de muchas banderas levantadas por Kirchner, como la defensa de los derechos humanos y la lucha contra los sectores concentrados. El resultado de todo esto fue el nacimiento de una mística que rodea a la figura de Kirchner. Mística capaz de despertar pasiones, mística sin la cuál no puede haber jamás participación juvenil”.

Hasta el kirchnerismo, el militante era un “militante rentado”. Desde el kirchnerismo, los jóvenes retoman banderas de lucha que parecían olvidadas y comienzan a ser, como hace treinta años atrás, “militantes de una causa”. Concluye Isuani que “hoy la juventud ha recuperado sus ganas de hacer política, entendiendo a la política como una herramienta de transformación de la sociedad”.

Néstor Kirchner dijo en una ocasión: “Cuando la juventud se pone en marcha, el cambio es inevitable”. Repetir una frase muchas veces puede hacerle perder fuerza. Con esta sucede parece suceder lo contrario.