El dictus sin veres del Grupo Clarín
En Argentina, Clarín pretende determinar cuestiones que atañen a la Justicia Imagen: Montaje APAS |
Los medios oligopólicos, sus esbirros de la redacción y la dizque oposición, al fin de cuentas simples actores de reparto, son peligrosos en tanto terroristas. Sí, terroristas de la palabra (*).
Por Víctor Ego Ducrot
“Las pruebas han dado el veredicto”. Afirmación de título publicada ayer con la firma del editor general del diario Clarín. ¿Ignorante? Algo. ¿Audaz? Bastante. ¿Mentirosa? Demasiado. El real diccionario es suficiente para comprobar, una vez más (¿y van cuántas?), que la mayor corporación mediática del país está muy lejos de su proclamada intención de informar; que conforma una batería de acción sincronizada para operaciones contra el gobierno nacional y, lo que es mucho más grave, ni se preocupa por ocultar su constante vocación por el encubrimiento de acciones que podrían configurar crímenes de lesa humanidad.
Antes de avanzar con el ensayo de razonamiento que me propongo, dejo constancia aquí de una duda que me asalta: ¿quién habrá gastado más dinero, Murdoch comprando jefes y agentes del Scotland Yard, o Magnetto para estar tan seguro a la hora de su sorpresivo cambio de estrategia, al ordenar que los hijos adoptivos de la Noble se sometiesen a las comprobaciones que durante una década él mismo combatiera con tanto ahínco? El máximo jefe de redacción de Clarín formula afirmaciones que ya revisaremos, yo desde el teclado y ustedes desde la lectura crítica; mientras tanto desde esta página apenas si dejamos planteada una duda, una sospecha.
Según el diccionario, veredicto (de “vere” como verdad y “dicto” como dicho) significa fallo pronunciado por un jurado. Ni jurado ni juez alguno cerró la investigación en torno a la verdadera identidad de Marcela y Felipe, como vienen pidiendo los medios oligopólicos y sus mandatarios de la oposición, quienes por lograr unos minutos de pantalla en la tele son capaces de cualquier cosa, incluso violar las tradiciones de sus propios orígenes políticos. Y me refiero a Ricardito, Lilita y Margarita (Alfonsín, Carrió y Stolbizer respectivamente); porque los otros, como Mauricio, Eduardo y Francisco (Macri, Duhalde y De Narvaez) no pueden asombrarnos, sobradas muestras han dado de lo que pasa por sus cabezas fascistoides.
Alguien podrá esgrimir que la palabra veredicto encierra otra acepción (parecer, dictamen o juicio emitido reflexiva y autorizadamente), y que en ella se ampara el editor general de Clarín al elegir el título para su columna de ayer, en la que, entre otras aseveraciones, afirma que “ha quedado descartado” que los hijos adoptivos de la Noble sean hijos de desaparecidos, que la conducta de Abuelas se ha convertido en la “búsqueda de un resultado que confirme el prejuzgamiento y la sospecha”, y que son apropiadas las consideraciones hechas por Felipe y Marcela en el sentido de haber sido víctimas de “acoso” y persecución”.
Desde esa utilización del término veredicto deberían resultar lógicas las afirmaciones del capo editor de Clarín; sin embargo contra ese criterio conspiran dos palabras que utiliza el diccionario para explayarse al respecto. Ellas son “reflexiva” y “autorizadamente”, pero habría que considerar reflexivas y autorizadas a las opiniones fundadas en mentiras comprobadas y en el desconocimiento del derecho local e internacional, los que impiden la clausura de toda investigación que se refiera a hechos pasibles de ser calificados como delitos de lesa humanidad.
Conforme viene constatándolo una investigación de la Red Universitaria de Observatorios de Medios ( Universidades Nacionales de La Plata, Cuyo, Córdoba, Salta y Lomas de Zamora) sobre las coberturas periodísticas que una veintena de diarios de todo el país produce en torno del escenario político electoral 2011, la línea editorial del Grupo Clarín sobre al caso Felipe y Marcela parte de una falsedad de origen: que a ellos se les impidió, durante diez años, aportar las pruebas acerca de sus verdaderas identidades.
Por favor, leer los dichos de Estela de Carlotto en su comparecencia del lunes 18 de julio: “Lo lamentable es que algunos medios no dicen la verdad. Tergiversan la realidad, hablan de que se cierra la causa, hablan como que hemos mortificado, victimizado a estos jóvenes y no es cierto.”
Recordó además que las primeras denuncias sobre la identidad de Marcela y Felipe las recibieron en 1984. Tras varios años, y como se trataba de una adopción legal, en 1992 intentaron reunirse con la viuda de Noble. “No nos recibió, lo hizo (Héctor) Magnetto, quien nos propuso decirnos los nombres de las madres que abandonaron a los chicos si le decíamos quién los denunciaba. Era un chantaje”, recordó Carlotto y se preguntó: “¿Cómo pueden echarnos la culpa de mortificar a estos chicos si la señora hace un comunicado en su diario diciendo que ella también duda del origen?”.
Pero a los esbirros de la palabra nada les importa. ¿Adolecen de una afición incontrolable por la mentira; no quieren perder los beneficios de un servilismo muy bien pago por sus jefes corporativos? Podría ser, pero alguna vez habría que reflexionar en serio sobre la posibilidad de que el Derecho algo pueda decir y hacer respecto de quienes utilizan la función periodística para entorpecer los caminos de la justicia, sobre todo cuando es posible que aparezcan en la escena trágica conductas de individuos y entidades pasibles de ser atentatorias contra la propia condición humana.
De todas formas, no puede escapársenos que estamos ante un tablero político sobre el cual los actores que tanto nos preocupan se adjudicaron a sí mismos un papel que no logran ocultar: ser los protagonistas principales, los grandes hacedores de una estrategia tendiente a poner toda la carne al asador para impedir una victoria de Cristina Fernández en las urnas de octubre.
Sus propios informantes especializados les dicen que ni sueñen con que ciertos resultados locales podrán afectar en serio la tendencia favorable al Frente para la Victoria de cara a los comicios presidenciales; y de ahí es que hayan elegido, una vez más, el terrorismo mediático concentrado, con ataques masivos contra los logros más tangibles del proceso político inaugurado en 2003: Derechos Humanos, crecimiento económico, inclusión social y democratización del aparato cultural.
Los estudios preliminares de la ya citada Red Universitaria de Observatorios de Medios sobre las coberturas post elecciones porteñas del 10 de julio –los mismos serán difundidos en breve– han detectado que tras el triunfo en primera vuelta de Macri y frente a las elecciones santafecinas del domingo próximo, los medios del Grupo Clarín y sus compinches en el oligopolio concentraron sus esfuerzos en mentir sobre el caso Felipe y Marcela Noble Herrera, involucrar a Hebe en el desastre cometido por el parricida y matricida, un psicópata refinado, y apuntar sin fundamento alguno que no fuese el de la tergiversación contra las cuantificaciones del Estado Nacional, que dan cuenta de los logros económicos y sociales de los gobiernos de Néstor Kirchner primero, y de Cristina Fernández después.
El Grupo Clarín, los medios oligopólicos, sus esbirros de la redacción y la dizque oposición, al fin de cuentas simples actores de reparto, son peligrosos en tanto terroristas. Sí, terroristas de la palabra.
(*) Artículo publicado por el director de APAS en el diario tiempo argentino el 20 de Julio de 2011